"Los cipreses son árboles resistentes, orgullosos y obstinados. No se
van por las ramas. Crecen a lo alto, divinos ellos, hasta medio metro al año,
sin nada que les distraiga de su obsesión por tocar techo. Los olivos, sin
embargo, son especie pragmática. Domesticados por el hombre durante milenios,
tienen una misión en su vida, que puede ser centenaria: dar cuantos más frutos
mejor para sus amos. Por eso se expanden a lo ancho y no crecen más allá de una
altura que permita a los humanos hacerse con ellos.
Da gusto observar cómo
conviven cipreses y olivos en el Bosque del Recuerdo del parque del Retiro de
Madrid. Como Quijotes y Sanchos. Espirituales los primeros, terrenales a rabiar
los segundos. Hay plantados 170 cipreses y 22 olivos en este promontorio, una
especie de espiral hacia el cielo ideada como homenaje de la ciudad a los
fallecidos en los atentados. Uno por cada asesinado. Hay otros monumentos, otros
memoriales, pero es aquí donde las familias prefieren recordar a los suyos cada
11-M de cada año desde el primer aniversario.
Quizá porque, lejos del bronce y
el granito de las estatuas y las placas, los árboles están vivos, como ellos en
su recuerdo. No hay un nombre para cada uno, pero puede que haya a quien
consuele imaginar que uno de esos Quijotes, o de esos Sanchos, encarna la
inconsolable ausencia de su ser querido. En diez años, alguno ha enfermado, ha
muerto incluso, y ha tenido que ser trasplantado o sustituido por un ejemplar
joven. Pero también había ancianos, y enfermos, y niños entre los caídos en las
vías. Así es la vida. Hay alrededor del Bosque un hondo silencio."
El 11 de marzo de 2004, hace hoy
14 años, cuatro trenes saltaron por los aires en Madrid, en el que es el peor
atentado terrorista de la historia de España. Al producirse las explosiones,
los convoyes se encontraban en las estaciones de Atocha, El Pozo, Santa Eugenia
y a la altura de la calle Téllez, cerca de Atocha. En total explotaron diez
bombas que causaron la muerte a 193 personas e hirieron a otras casi 2.000.
En total, 193 personas de 17
nacionalidades distintas -la española la más numerosa (143 víctimas)- perdieron
la vida en los atentados perpetrados por Al Qaeda: 34 perecieron en el tren que
explotó en la estación de Atocha; 63 frente a su paso por la calle Téllez; 65
en el de la estación del Pozo; 14 en el que estaba en la estación de Santa
Eugenia y 16 en diferentes hospitales. La última murió en 2014 tras permanecer
en coma diez años.
A estas víctimas se sumó el
policía del GEO Francisco Javier Torronteras tres semanas después, el 3 de
abril de 2004, como resultado de las heridas sufridas cuando siete miembros del
comando islamista autor de la masacre se suicidaron utilizando los explosivos
que almacenaban en un piso de Leganés.
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