sábado, 28 de abril de 2018

Apapachar, acariciar con el alma


Sabemos que es muy probable que el lenguaje afectivo de nuestros ancestros haya sido, durante cientos de miles de años, el abrazo, el beso, la caricia.

Apapachar es dar cariño, amor, apoyo, a una persona querida o que tú sientes que lo necesita sinceramente y de la manera más pura.

Es una palabra de origen náhuatl que está incorporada al español , es un abrazo mucho más cariñoso, más cálido y no tiene traducción fiel en otro idioma. La Escuela de Escritores la ha llegado a considerar como la palabra más bella del castellano.

Proviene del vocablo papachoa , que en su significado común quiere decir “ablandar algo con los dedos” o “dar cariño”. Sin embargo, hay un sentido más profundo que la clase culta de los aztecas le daba y que se refleja en el sentido que le damos de abrazar o acariciar con el alma”.

Acariciar con el alma es un gesto hermoso que podemos tener con nuestras parejas, nuestra familia (incluidos nuestros animales domésticos) y nuestros amigos.

Un apapacho es algo más que un abrazo unido a un bonito momento, más bien designa una complicidad, un encuentro emocional, algo que va más allá de un mero contacto cariñoso.

Apapachar se transforma así en el concepto de acariciar con el propio espíritu, ofrecer una muestra de amor que no depende ni de las limitaciones físicas que pueden mantener separadas a dos o más personas ni de las convenciones sobre cómo debe expresarse el afecto.

El apapacho puede ser físico o emocional. Se dan apapachos a aquéllos por quienes se tienen 
sentimientos de afecto, de cariño o de amor.

Se puede consentir o consolar a alguien con apapachos.

Acariciar con el alma es lo máximo, es entregar parte de la tuya, consolar en los momentos de aflicción, abrazar hasta quitar la respiración y unir dos seres que se quieren. Apapachar es sinceridad, consuelo, alma entregada, intensidad del corazón y esencia de la vida.

Os aconsejo que practiquéis el apapacho más a menudo; apapachar a las personas que queréis, acariciar con el alma a aquellos que lo necesitan y comprobar el bien que realizáis repartiendo apapachos, repletos de cariño, emociones y sentimientos.

martes, 10 de abril de 2018

Cementerio Alemán de Cuacos de Yuste

En fechas próximas iremos de excursión a visitar el monasterio de Yuste y de paso el cementerio alemán que está en los alrededores; para que os hagáis una idea de lo que vamos a ver y de sus orígenes, os describo un poco de su historia.

El Cementerio Alemán de Cuacos de Yuste es un camposanto militar localizado en las proximidades del Monasterio de Yuste, en el municipio de Cuacos de Yuste, provincia de Cáceres.

A la entrada del recinto nos encontramos con una placa que da la bienvenida e invita al silencio: “Deutscher Soldatenfriedhof, Cuacos de Yuste, Cementerio Militar Alemán”.

El cementerio se ubica en un enclave privilegiado, oculto entre olivos y con vistas a la sierra de Gredos. Allí se encuentran 180 cruces de granito alineadas con esmero, donde descansan 154 soldados alemanes de la Segunda Guerra Mundial y 26 de la Primera.

Todas las sepulturas son iguales y únicamente tienen una cruz en granito oscuro. Como inscripción figura el nombre del soldado, su categoría militar, así como su fecha de nacimiento y muerte.

Igualmente existen 8 lápidas con la inscripción "Ein Unbekannter Deutscher Soldat", ( un soldado alemán desconocido) dedicadas a los restos de 8 hombres cuya identidad no se conoce.

¿Por qué aquí? ¿Qué hacen todos estos cuerpos enterrados en Cuacos de Yuste?
Aquí murió Carlos I de España y V de Alemania. Es un lugar de unión entre los dos países, que simboliza los lazos que han unido históricamente a ambas partes.

Los restos de todos estos soldados se enterraron inicialmente en puntos de toda la geografía española, cerca de donde fueron hallados. En 1975, la Comisión de Cementerios de Guerra Alemanes (Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge) organismo encargado de velar por los cementerios de guerra alemanes,  se decidió a reunificar todos los cuerpos en un mismo camposanto. Para eso compró este terreno en Cuacos de Yuste de 7.000 metros cuadrados, para enterrar a los combatientes junto al lugar en el que falleció Carlos I.

De forma paralela y en los mismos años, Gabriele Marianne Poppelreuter, una joven empleada de la Embajada alemana en España, inició una labor detectivesca que se prolongó durante años. En sus manos recayó la misión de encontrar los restos de todos los soldados alemanes diseminados por España -ninguno de ellos participó en la Guerra Civil, como muchos piensan- y cotejar su ADN para acreditar su autenticidad.

El cementerio fue inaugurado el 1 de junio de 1983 en un acto al que asistieron representantes diplomáticos alemanes, autoridades españolas y familiares de los soldados caídos. Se celebró una misa siguiendo los ritos católico y protestante, que se repite anualmente el segundo domingo de noviembre, coincidiendo con el Día de Luto Nacional alemán.
“Las lecciones del pasado no se deben olvidar”, escribió el embajador Reinhard Silberberg en el prólogo del libro El Cementerio Militar alemán de Cuacos de Yuste, donde se recogen las historias de muchos de los soldados allí enterrados.

Johannes Böckler fue uno de ellos. Con tan solo 21 años, en abril de 1944 emprendió el vuelo desde Francia rumbo a Argelia a bordo de un avión Dornier. Un problema en el motor precipitó su caída sobre la isla de Cabrera, en Mallorca: murió al instante. Durante décadas, su cuerpo permaneció enterrado en esta isla bajo un nombre con erratas, el de Joannes Bochler. Los mallorquines aseguraron durante décadas que el fantasma del aviador alemán vagaba por la zona, y lo bautizaron con el sobrenombre de "El Lapa".

Otros eran miembros de la marina del tercer Reich, soldados que viajaban a bordo de submarinos hundidos por los Aliados cuyos cuerpos llegaron hasta nuestras costas. En 1943, el submarino alemán U-77 fue hundido en Calpe por un escuadrón aéreo inglés con base en Gibraltar. Murieron 36 alemanes, dos desaparecieron y otros nueve sobrevivieron. Estaba dirigido por el comandante Otto Hartmann.

Los restos del submarino aún permanecen hundidos en las profundidades marítimas junto al Peñón de Ifach. Los marinos de la zona tienen cuidado para que sus redes no se enganchen en el sumergible; los más mayores cuentan historias de rescate, de cómo varios pesqueros recuperaron los cuerpos de los fallecidos y ayudaron a los supervivientes.

Destacan también , los cinco submarinistas pertenecientes al U-966, un tripulante del U-760, otro del U-454, uno del U-447, cinco del U-755, uno del U-955 y uno del U-39 de la I Guerra Mundial, así como numerosos pilotos y tripulantes de la fuerza aérea (Luftwaffe).

En el cementerio hay una placa que dice, traducido del alemán:

"En este cementerio de soldados descansan 26 soldados de la Primera Guerra Mundial y 154 de la Segunda Guerra Mundial. Pertenecieron a tripulaciones de aviones que cayeron sobre España, submarinos y otros navíos de la armada hundidos. Algunos de ellos murieron en hospitales españoles a causa de sus heridas. Sus tumbas estaban repartidas por toda España, allí donde el mar los arrojó a tierra, donde cayeron sus aviones o donde murieron. El Volksbund en los años 1980–1983 los reunió en esta última morada inaugurada en presencia del embajador de la República Federal de Alemania en un acto conmemorativo hispano-alemán el 1 de junio de 1983. Recordad a los muertos con profundo respeto y humildad."

Para terminar, os dejo un poema que he encontrado en la red y que pertenece a un tal Joel X. Hansen. Está compuesto en el cementerio y dice así:

El viento silba las esquinas de las cruces,
arañando el césped que os cubre.
Sois historia y recuerdo,
imagen de lo irrepetible,
espejo de sangre en navíos, fragatas,
aviones y heridas de bala.
Sois el ejemplo
de lo ruin del ser humano.
Sed dignos habitantes de mi tierra.
Aprovechad la segunda oportunidad
ofrecida por los olivos de vuestros flancos.