Stalingrad 25 de
diciembre de 1942
Esta es mi tercera navidad lejos
de tí y creo que no me da vergüenza si te digo, que me sentí emocionado y
conmovido; durante estas horas mis pensamientos estuvieron con todos vosotros.
Nos encontramos en una situación
insólita, ya que debemos prescindir de tantas cosas. En condiciones normales,
seguramente que hubiera recibido correo por parte tuya y de de nuestros
queridos parientes, pero bajo estas circunstancias no recibí ninguna carta ni
un triste paquete.
Qué felices podríamos haber sido
si esta maldita guerra no hubiera existido! Y ahora tenemos que vagar por esta
terrible Rusia.
El tiempo va empeorando. La ropa
se nos queda helada. Llevamos tres días sin comer y sin dormir. Los soldados
prefieren huir o rendirse
En nuestro batallón, sólo en los
últimos dos días, hemos perdido 60 hombres muertos, heridos y víctimas de hipotermias,
más de 30 hombres han huido, sólo nos quedan municiones hasta la tarde, los
soldados no han comido absolutamente nada en tres días y a muchos de ellos se
les han helado las piernas
Nuestra división tiene un
cementerio en Stalingrad donde hay enterrados más de mil hombres. Es algo
terrible. Los hombres que son enviados ahora al frente se pueden considerar
condenados a muerte.
Ayer nos dieron vodka. En ese
momento acabábamos de matar un perro, y el vodka nos vino de maravilla. Una vez
disparé a una urraca y la asé en el fuego.
El Führer nos hizo la promesa de
sacarnos de aquí; y nosotros le creímos firmemente. Incluso ahora aún lo creo,
porque he de creer en algo.
Querida Helga, toda mi vida, al
menos seis años de ella, creí en el Führer y su palabra. Es terrible como dudan
de él aquí, y vergonzoso escuchar lo que dicen sin poder responder, porque los
hechos lo demuestran.
Sabes lo que siento por ti, nunca
hemos hablado mucho de sentimientos. Te amo muchísimo y tú me amas, por lo que
has de saber la verdad.
La verdad es que esta es la más horrorosa de
las luchas es una situación desesperada. Por todas partes solo veo miseria,
hambre, frío, desesperación y una muerte horrible. No te diré más.
Queridísima Helga, has de ser
fuerte, no sufras demasiado por mi ausencia. No estoy asustado, únicamente
triste por tener que morir por culpa de esta guerra inútil.
No me olvides demasiado deprisa.
Tuyo por siempre...
Fritz
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