Tras el primer vaso ves las cosas
como te gustaría que fueran. Tras el segundo las ves como no son en realidad, y
después del tercero las ves como son, y esto es lo peor de todo, afirmó Oscar Wilde de la absenta, esa bebida que primero alegra y
después enloquece.
Esa hada verde que tomaba una
forma líquida y penetraba en esos espíritus inquietos, envenenándolas de
imágenes alucinadas, haciéndoles perder la poca cordura que tenían. Van Gogh
bebía y bebía vasos de absenta. En la película de Drácula de Coppola, una de
las protagonistas, Mina, se interna en un café. Sobre la mesa un vaso repleto
de absenta. La absenta es el afrodisíaco del yo. El
hada verde que vive en la absenta quiere tu alma, pero tú estás a salvo
conmigo, dice el vampiro. Una vez que ésta penetra en
el cuerpo de la bella Mina, ésta baila y besa y siente los excesos de la sangre
y la lujuria junto a ese Drácula feliz con la dama.
Cuenta la leyenda que sólo una
bebida consiguió dar el valor suficiente a Hemingway para saltar al ruedo y
torear a un morlaco. Las habladurías dicen también que el mismo licor hizo que
Van Gogh se cortarse una oreja para ofrecérsela como presente a una prostituta
que amaba. A día de hoy, son muchos los mitos que existen sobre la absenta,
pero lo cierto es que la de este néctar es la historia de un alucinógeno
prohibido que hacía ver «hadas verdes» a los adictos y que, incluso, fue
utilizado por los militares franceses en Argelia en pleno Siglo XIX para
prevenir la aparición de enfermedades e infecciones.
A su vez, es imposible contar el
devenir histórico de este licor prohibido sin hablar de la relación íntima que
mantuvo con grandes personajes del mundo del arte como Manet o Picasso. Y es
que, todos ellos quedaron prendados de la capacidad de este brebaje para
trasportarles hasta lugares insospechados de su mente y fueron presos de la
necesidad de volver a tomarlo cuando su efecto se esfumaba
¿Qué es la absenta?
El «diablo verde», como es
conocida por muchos, consiste en una bebida que puede contar con hasta 89º de
alcohol y que es elaborado a base de hierbas y la denominada «santa trinidad»:
anís verde, flores de hinojo y ajenjo. El ajenjo era utilizado como
medicina en Grecia y Roma.
Dentro de su fórmula, el principal
componente es la tuyona. A este compuesto es, precisamente, al que se
culpabiliza de los efectos alucinógenos de la absenta. Muchas plantas contienen
este principio activo (aunque en cantidades muy variables), tales como salvia,
tanaceto; y, sobre todo artemisia.
A pesar de que la absenta como
tal no se inventó hasta bien entrado el Siglo XVIII, su principal ingrediente
-el ajenjo- sí fue muy utilizado en Europa desde la Edad Media debido a sus
propiedades curativas. Se conoce desde la antigüedad, que es muy útil para
combatir las malas digestiones, la falta de apetito, los problemas biliares o
la ictericia –entre otras muchas cosas-. Esto provocó que, ya en la época de
los antiguos griegos y romanos, los boticarios y «medicus» de las legiones
hicieran uso de él para tratar de mejorar la salud de los ciudadanos y
combatientes.
En diversos textos como por
ejemplo la "Historia natural de Plinio El Viejo" se menciona el
ajenjo (especies del género Artemisia) como antihelmíntico, es decir, para
favorecer la expulsión fecal de los gusanos y parásitos intestinales. Esta
práctica (la cocción de extractos vegetales de estas plantas) perduró hasta
casi el Renacimiento.
Como en toda gran historia, a la
hora de hablar del nacimiento de la absenta como tal se mezclan inevitablemente
ficción y realidad. La leyenda es la que afirma, en primer lugar, que el padre
de este licor fue un tal Pierre Ordinair quien, en 1792 –poco después de la
Revolución Francesa-, se dedicó a viajar por Suiza vendiendo junto a su fiel
jamelgo Roquette un líquido llamado «La Fée Verte» ( el Hada Verde). Según
afirmaba, su extraño brebaje sanaba la epilepsia, la gota, los cálculos
renales, los cólicos, los dolores de cabeza y evitaba la aparición de gusanos
en el estómago. Sin duda, ofrecía una gran cantidad de ventajas, algo que –en
aquellos años- no era raro entre los diferentes «tónicos curalotodo».
En lo que se refiere a la
Historia como tal, a día de hoy no es posible afirmar de forma fehaciente que
Ordinaire fuera el inventor de este licor; aunque sí se tiene constancia de fue
el que consiguió generalizar su venta mientras vivía en Suiza.
En cualquier caso, hay que
considerar a Henri-Louis Pernod el pionero, al menos en lo que se refiere a la
producción “industrial” del preparado. No en vano, abrió una fábrica en
Pontarlier, Francia, en los primeros años del siglo XIX»
Pernod, según cuentan, había
comprado a su vez la receta de la absenta a unas monjas que la vendían en
pequeñas botellas como un elixir de sanación. Con todo, el tiempo demostró que
él supo comercializarla en el mercado mucho mejor que las religiosas. «Henri-Pierre
Perod abrió varias destilerías en Francia tras la primera en Pontarlier.
Representó un floreciente negocio para él, a la vez que una atractiva fuente
impositiva en el nuevo régimen francés en los convulsos años revolucionarios»
explica Tricas. Posteriormente, este visionario no tardó en comenzar su
producción a gran escala en todo el país.
El elixir de uso militar
Con todo, para observar uno de
los usos más curioso de la absenta es necesario esperar hasta la época en que
Francia se propuso colonizar la región de Argelia a principios del Siglo XIX.
Por entonces, en el norte de África proliferaban multitud de enfermedades
infecciosas entre los soldados galos .
La ingente cantidad de
enfermedades que se sucedían por entonces provocó que los militares franceses
usaran de forma asidua uno de los principales ingredientes de la absenta. Durante
el siglo XIX los soldados del ejército francés en el Norte de África
“fortificaban” el vino con extracto de ajenjo en la creencia de que prevenía la
infestación por parásitos intestinales.
Posteriormente, la absenta se fue
generalizando poco a poco en Francia cuando los soldados que combatían en Argelia
llegaban al país . De esta forma, el brebaje se popularizó hasta que se
convirtió en la bebida predilecta de la clase media de Paris, ciudad donde no
era extraño ver cómo, a las cinco de la tarde, decenas de personas se reunían
en los cafés para disfrutar de la
denominada «hora verde». Por entonces, artistas como Van Gogh, Degas, Toulouse
Lautrec y Picasso la degustaban asiduamente en un intento de que el «hada
verde» (alucinación que los adictos afirmaban que solían ver cuando tomaban
este líquido) les inspirara para su próximo trabajo.
Allí comenzó su leyenda negra. La Absenta
manchada con la sangre de soldados bravíos y juramentos de batalla inspiró a un
escritor anónimo de la época que realizó un poema maldito. Al leer dicho poema,
mediando un rito con el Absenta, se dice que otorgaba algunos cualidades
metafísicas y espirituales a quien lo realizaba si el pacto era aceptado,
siendo esta la base de la leyenda y de las alucinaciones provocadas por el
Absenta. Éste poema llegó a ciertos grupos sociales, predominando en el medio
artístico de la época, entregando una visión distinta, de arrojo a la vida. De
la mano de la lectura del poema y su rito, nace la leyenda de los poetas
malditos, su origen se convirtió en su Némesis, inspiró a generaciones de
artistas, entregando poder al humanismo, no obstante dicho poder se convirtió
en un movimiento que pavimentó el camino a su omega, siendo prohibido el
absenta por poderes eclesiásticos, los que atribuyeron una fama dañina y
ocultista a esta bebida, perdiéndose mucha de su esencia en el tiempo.
Se dice que durante esos años se
produjo un incremento masivo de los suicidios, sobre todo entre la gente de
vida más bohemia, movidos por una creciente crisis existencial en el periodo de
entreguerras. Los puentes de Montparnasse eran el lugares preferidos por los
suicidas para lanzarse al vacío y acabar con todo.
Aquellos años, además, se
popularizó la tradicional forma de beber este brebaje –la cual se ha mantenido
hasta la actualidad-. El primer paso consistía en coger un vaso y llenarlo con
un poco de este líquido verdoso. A continuación, se situaba una cuchara sobre
él en la que iba superpuesto un terrón de azúcar. La última parte del «ritual»
radicaba en dejar caer agua fría sobre el recipiente para que, poco a poco, el
alcohol fuera tomando un sabor más dulce.
Realizando periódicamente este
ritual fue como decenas de escritores como Maupassant, Edgar Allan Poe,
Baudelaire, Rimbaud o Ernest Hemingway se terminaron haciendo adictos a la
absenta.
No era para menos, pues el abuso
en el consumo de absenta provocaba, debido a su alto contenido en neurotóxicas,
todo tipo de dolencias. «La toxicidad de la absenta no se debe al alcohol, sino
a los compuestos denominados terpénicos (la tuyona es uno de ellos).
El abuso masivo que la sociedad
hacía de esta bebida, sumado a sus efectos alucinógenos y a su «mala prensa»
(en 1905, por ejemplo, el caso de un francés que asesinó a su familia tras
emborracharse –entre otras cosas- con absenta tuvo una gran repercusión)
provocó que finalmente fuera prohibida su elaboración en multitud de países.
«Tras varias modificaciones de su fórmula tendentes a rebajar tanto su grado
alcohólico como la concentración de aceites esenciales, finalmente Francia,
donde la bebida tuvo más auge entre poetas malditos y pintores impresionistas,
terminó por prohibir su venta y fabricación (no su consumo) en el año 1915. En España
nunca ha estado prohibida la absenta, pero no existe tradición de uso.
Con el paso del tiempo las viejas
rencillas fueron olvidadas, el poema y el rito borrado de la memoria colectiva
y la prohibición ha sido levantada en casi toda Europa y gran parte de los
Estados Unidos, ya que ahora se conoce que los efectos secundarios adversos
están más asociados con el consumo irresponsable dado el alto grado de alcohol
del Absenta, y con ciertas adulteraciones que se realizaban en la época para
mantener la demanda.
La Absenta es una bebida mítica, adorada, vilipendiada,
prohibida y finalmente, oculta en un halo de misterio sólo al alcance de los
conocedores.