viernes, 9 de febrero de 2018

Ser un hombre invisible


Seguro que alguna vez nos hemos planteado la idea de qué sería de nuestras vidas si tuviéramos la oportunidad de hacernos invisibles a voluntad .
Podríamos ir a cualquier parte sin que nadie lo supiera, espiar a la chica que nos gusta para ver qué opina de nosotros, acceder a sitios a los cuales nunca nos hubieran dejado entrar, oír las conversaciones de la gente y enterarnos de sus más profundos secretos; poder llevarnos todo tipo de cosas que no pudimos permitirnos económicamente, gastar todo tipo de bromas o vengarnos de quienes nos caen mal o se han aprovechado de nosotros de alguna manera, entrar en los aseos de las chicas…

Todo esto se me ocurrió leyendo la novela "El hombre invisible", de H. G. Wells. pero lo que no hemos considerado son los problemas e inconvenientes de la invisibilidad en el día a día.

Para empezar, como lo único que se vuelve invisible es el cuerpo, si quieres ir por ahí por ahí haciendo de las tuyas no tienes más remedio que ir desnudo ,es decir, helándote de frío .
La ropa no te ayudaría mucho a ocultarte cuando alguien viera un jersey y unos pantalones flotando en el aire; y tampoco vas a llevar la ropa en una mochila para cuando dejes de espiar a las chicas, las mochilas flotantes también dan un poco de susto.

Otra cosa son las huellas que podemos ir dejando, andar descalzo es un problema, no ya por el daño que puedes hacerte en los pies, si no porque tal y como están hoy en día las aceras de Badajoz, plagadas de souvenires perrunos no es aconsejable caminar descalzo por tremendo campo de minas, y lo de llevar zapatos pues casi igual que lo de ir vestido.

Los elementos que se te hayan pegado a las manos al entrar en el Corte Inglés, por ejemplo esa consola de última generación, algunos videojuegos o qué se yo, la última colonia de Antonio Banderas por decir algo, como los escondes cuando pite el arco de seguridad de la salida si antes de eso no te lo han confiscado ya por el pasillo, pues a ver como consigues ocultarlos a la vista de los empleados o del segurata de turno.

Lo suyo sería que además de ser invisibles nosotros mismos, hacer invisible todo aquello que tocáramos; imagina que tocas culo ajeno (o teta) y éste/a desaparece por arte de magia a los ojos de los demás, crearía cuanto menos cierta alarma entre la poseedora del citado trasero(o teta) y no digo la histeria de las amigas al ver desaparecer tan redondeado elemento.

Lo mismo pasaría si decides plantarle en los hocicos a tu mayor enemigo de clase, uno de esos brownies  que has pisado por las aceras pacenses; mientras dices ¡ Zas en toda la boca! le da tiempo a verlo venir y puede que el resultado obtenido no sea el buscado.

O sea la solución sería hacerse invisible a voluntad, no para siempre, si no a ratos y para hechos puntuales; poder también hacer invisible aquello que toquemos o al menos nuestra ropa y calzado y alguna mochila, también sería conveniente que los profesores dejaran apuntada la clave de sus archivos cifrados donde guardan los exámenes, más que nada para no tener que estar horas desnudo escondido en su despacho a la espera de averiguarlo. Gracias a todos ellos.

Volviendo a la novela, cualquiera que la haya leído recordará el ambiente angustioso en que se desenvuelve: sin poder comer, siempre huyendo, muerto de frío, metiéndose en casas ajenas para dormir, sin encontrar a nadie en quien confiar, hiriendo y matando a todo el que se le pone por delante… Un cuadro bastante diferente del que imaginamos cuando pensamos en las grandes ventajas que tendría ser invisible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario