lunes, 26 de febrero de 2018

La absenta, el hada verde

Tras el primer vaso ves las cosas como te gustaría que fueran. Tras el segundo las ves como no son en realidad, y después del tercero las ves como son, y esto es lo peor de todo”, afirmó Oscar Wilde de la absenta, esa bebida que primero alegra y después enloquece.

Esa hada verde que tomaba una forma líquida y penetraba en esos espíritus inquietos, envenenándolas de imágenes alucinadas, haciéndoles perder la poca cordura que tenían. Van Gogh bebía y bebía vasos de absenta. En la película de Drácula de Coppola, una de las protagonistas, Mina, se interna en un café. Sobre la mesa un vaso repleto de absenta. “La absenta es el afrodisíaco del yo. El hada verde que vive en la absenta quiere tu alma, pero tú estás a salvo conmigo”, dice el vampiro. Una vez que ésta penetra en el cuerpo de la bella Mina, ésta baila y besa y siente los excesos de la sangre y la lujuria junto a ese Drácula feliz con la dama.

Cuenta la leyenda que sólo una bebida consiguió dar el valor suficiente a Hemingway para saltar al ruedo y torear a un morlaco. Las habladurías dicen también que el mismo licor hizo que Van Gogh se cortarse una oreja para ofrecérsela como presente a una prostituta que amaba. A día de hoy, son muchos los mitos que existen sobre la absenta, pero lo cierto es que la de este néctar es la historia de un alucinógeno prohibido que hacía ver «hadas verdes» a los adictos y que, incluso, fue utilizado por los militares franceses en Argelia en pleno Siglo XIX para prevenir la aparición de enfermedades e infecciones.

A su vez, es imposible contar el devenir histórico de este licor prohibido sin hablar de la relación íntima que mantuvo con grandes personajes del mundo del arte como Manet o Picasso. Y es que, todos ellos quedaron prendados de la capacidad de este brebaje para trasportarles hasta lugares insospechados de su mente y fueron presos de la necesidad de volver a tomarlo cuando su efecto se esfumaba

¿Qué es la absenta?
El «diablo verde», como es conocida por muchos, consiste en una bebida que puede contar con hasta 89º de alcohol y que es elaborado a base de hierbas y la denominada «santa trinidad»: anís verde, flores de hinojo y ajenjo. El ajenjo era utilizado como medicina en Grecia y Roma.
Dentro de su fórmula, el principal componente es la tuyona. A este compuesto es, precisamente, al que se culpabiliza de los efectos alucinógenos de la absenta. Muchas plantas contienen este principio activo (aunque en cantidades muy variables), tales como salvia, tanaceto; y, sobre todo artemisia.

A pesar de que la absenta como tal no se inventó hasta bien entrado el Siglo XVIII, su principal ingrediente -el ajenjo- sí fue muy utilizado en Europa desde la Edad Media debido a sus propiedades curativas. Se conoce desde la antigüedad, que es muy útil para combatir las malas digestiones, la falta de apetito, los problemas biliares o la ictericia –entre otras muchas cosas-. Esto provocó que, ya en la época de los antiguos griegos y romanos, los boticarios y «medicus» de las legiones hicieran uso de él para tratar de mejorar la salud de los ciudadanos y combatientes.
En diversos textos como por ejemplo la "Historia natural de Plinio El Viejo" se menciona el ajenjo (especies del género Artemisia) como antihelmíntico, es decir, para favorecer la expulsión fecal de los gusanos y parásitos intestinales. Esta práctica (la cocción de extractos vegetales de estas plantas) perduró hasta casi el Renacimiento.

Como en toda gran historia, a la hora de hablar del nacimiento de la absenta como tal se mezclan inevitablemente ficción y realidad. La leyenda es la que afirma, en primer lugar, que el padre de este licor fue un tal Pierre Ordinair quien, en 1792 –poco después de la Revolución Francesa-, se dedicó a viajar por Suiza vendiendo junto a su fiel jamelgo Roquette un líquido llamado «La Fée Verte» ( el Hada Verde). Según afirmaba, su extraño brebaje sanaba la epilepsia, la gota, los cálculos renales, los cólicos, los dolores de cabeza y evitaba la aparición de gusanos en el estómago. Sin duda, ofrecía una gran cantidad de ventajas, algo que –en aquellos años- no era raro entre los diferentes «tónicos curalotodo».

En lo que se refiere a la Historia como tal, a día de hoy no es posible afirmar de forma fehaciente que Ordinaire fuera el inventor de este licor; aunque sí se tiene constancia de fue el que consiguió generalizar su venta  mientras vivía en Suiza.
En cualquier caso, hay que considerar a Henri-Louis Pernod el pionero, al menos en lo que se refiere a la producción “industrial” del preparado. No en vano, abrió una fábrica en Pontarlier, Francia, en los primeros años del siglo XIX»
Pernod, según cuentan, había comprado a su vez la receta de la absenta a unas monjas que la vendían en pequeñas botellas como un elixir de sanación. Con todo, el tiempo demostró que él supo comercializarla en el mercado mucho mejor que las religiosas. «Henri-Pierre Perod abrió varias destilerías en Francia tras la primera en Pontarlier. Representó un floreciente negocio para él, a la vez que una atractiva fuente impositiva en el nuevo régimen francés en los convulsos años revolucionarios» explica Tricas. Posteriormente, este visionario no tardó en comenzar su producción a gran escala en todo el país.

El elixir de uso militar

Con todo, para observar uno de los usos más curioso de la absenta es necesario esperar hasta la época en que Francia se propuso colonizar la región de Argelia a principios del Siglo XIX. Por entonces, en el norte de África proliferaban multitud de enfermedades infecciosas entre los soldados galos .
La ingente cantidad de enfermedades que se sucedían por entonces provocó que los militares franceses usaran de forma asidua uno de los principales ingredientes de la absenta. Durante el siglo XIX los soldados del ejército francés en el Norte de África “fortificaban” el vino con extracto de ajenjo en la creencia de que prevenía la infestación por parásitos intestinales.
Posteriormente, la absenta se fue generalizando poco a poco en Francia cuando los soldados que combatían en Argelia llegaban al país . De esta forma, el brebaje se popularizó hasta que se convirtió en la bebida predilecta de la clase media de Paris, ciudad donde no era extraño ver cómo, a las cinco de la tarde, decenas de personas se reunían en los cafés  para disfrutar de la denominada «hora verde». Por entonces, artistas como Van Gogh, Degas, Toulouse Lautrec y Picasso la degustaban asiduamente en un intento de que el «hada verde» (alucinación que los adictos afirmaban que solían ver cuando tomaban este líquido) les inspirara para su próximo trabajo.

Allí comenzó su leyenda negra. La Absenta manchada con la sangre de soldados bravíos y juramentos de batalla inspiró a un escritor anónimo de la época que realizó un poema maldito. Al leer dicho poema, mediando un rito con el Absenta, se dice que otorgaba algunos cualidades metafísicas y espirituales a quien lo realizaba si el pacto era aceptado, siendo esta la base de la leyenda y de las alucinaciones provocadas por el Absenta. Éste poema llegó a ciertos grupos sociales, predominando en el medio artístico de la época, entregando una visión distinta, de arrojo a la vida. De la mano de la lectura del poema y su rito, nace la leyenda de los poetas malditos, su origen se convirtió en su Némesis, inspiró a generaciones de artistas, entregando poder al humanismo, no obstante dicho poder se convirtió en un movimiento que pavimentó el camino a su omega, siendo prohibido el absenta por poderes eclesiásticos, los que atribuyeron una fama dañina y ocultista a esta bebida, perdiéndose mucha de su esencia en el tiempo.

Se dice que durante esos años se produjo un incremento masivo de los suicidios, sobre todo entre la gente de vida más bohemia, movidos por una creciente crisis existencial en el periodo de entreguerras. Los puentes de Montparnasse eran el lugares preferidos por los suicidas para lanzarse al vacío y acabar con todo.

Aquellos años, además, se popularizó la tradicional forma de beber este brebaje –la cual se ha mantenido hasta la actualidad-. El primer paso consistía en coger un vaso y llenarlo con un poco de este líquido verdoso. A continuación, se situaba una cuchara sobre él en la que iba superpuesto un terrón de azúcar. La última parte del «ritual» radicaba en dejar caer agua fría sobre el recipiente para que, poco a poco, el alcohol fuera tomando un sabor más dulce.

Realizando periódicamente este ritual fue como decenas de escritores como Maupassant, Edgar Allan Poe, Baudelaire, Rimbaud o Ernest Hemingway se terminaron haciendo adictos a la absenta.
No era para menos, pues el abuso en el consumo de absenta provocaba, debido a su alto contenido en neurotóxicas, todo tipo de dolencias. «La toxicidad de la absenta no se debe al alcohol, sino a los compuestos denominados terpénicos (la tuyona es uno de ellos).

El abuso masivo que la sociedad hacía de esta bebida, sumado a sus efectos alucinógenos y a su «mala prensa» (en 1905, por ejemplo, el caso de un francés que asesinó a su familia tras emborracharse –entre otras cosas- con absenta tuvo una gran repercusión) provocó que finalmente fuera prohibida su elaboración en multitud de países. «Tras varias modificaciones de su fórmula tendentes a rebajar tanto su grado alcohólico como la concentración de aceites esenciales, finalmente Francia, donde la bebida tuvo más auge entre poetas malditos y pintores impresionistas, terminó por prohibir su venta y fabricación (no su consumo) en el año 1915. En España nunca ha estado prohibida la absenta, pero no existe tradición de uso.

Con el paso del tiempo las viejas rencillas fueron olvidadas, el poema y el rito borrado de la memoria colectiva y la prohibición ha sido levantada en casi toda Europa y gran parte de los Estados Unidos, ya que ahora se conoce que los efectos secundarios adversos están más asociados con el consumo irresponsable dado el alto grado de alcohol del Absenta, y con ciertas adulteraciones que se realizaban en la época para mantener la demanda.

La Absenta es una bebida mítica, adorada, vilipendiada, prohibida y finalmente, oculta en un halo de misterio sólo al alcance de los conocedores.



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